¿De qué se trata?
Artículo en el que se revisa la situación actual de los pacientes con infarto agudo de miocardio con elevación del segmento ST (IAMEST) en los que no se realiza ningún tratamiento de reperfusión.
J Am Coll Cardiol 2010;55:1895–906
Las guías de actuación recomiendan intentar la reperfusión en todo paciente con IAMEST que acude al hospital en las primeras 12 horas desde el inicio de sus síntomas. A pesar de la amplia disponibilidad actual de tratamientos de reperfusión, bien farmacológicos o mediante angioplastia, todavía hay una proporción muy importante de pacientes a los que no se les realiza ningún tratamiento de reperfusión. El artículo de revisión publicado en JACC analiza las posibles causas de que los pacientes no sean considerados para reperfusión y los tratamientos empleados en estos casos.
Magnitud del problema. Los datos son variables, según los registros, pero los porcentajes oscilan entre el 20 y 30% de pacientes en los que no se emplean terapias de reperfusión.
Variables asociadas con no reperfusión. La reperfusión espontánea o las contraindicaciones para la reperfusión suponen únicamente un porcentaje reducido de casos. Muchos pacientes no son reperfundidos por presentarse entre las 12 y 24 horas desde el inicio de los síntomas, pero en estos casos las guías tampoco recomiendan este tratamiento si el paciente está estable y asintomático. Sin embargo, hay pacientes elegibles para reperfusión en los que no se realiza. Los factores más potentes asociados a esta situación son la edad >75 años, el sexo femenino, presencia de comorbilidades y la presentación tardía.
Comentarios
Pocos pacientes con IAMEST tienen realmente contraindicaciones relativas o absolutas para un tratamiento de reperfusión. Para aquellos pacientes no tratados con reperfusión, los tratamientos antiagregantes y anticoagulantes recomendados en las guías también son beneficiosos (independientemente de que no hayan sido revascularizados) y deberían utilizarse.
Referencia
- Marc Cohen, Catalin Boiangiu, Mateen Abidi
- J Am Coll Cardiol 2010;55:1895–906