Después de cualquier tipo de infarto, las guías médicas tanto europeas como americanas incluyen, desde hace décadas, la necesidad de recetar a los pacientes unos fármacos llamados betabloqueantes de por vida. Se trata de medicamentos que reducen la frecuencia cardiaca, la presión arterial y la contractilidad, la fuerza del corazón, y con ello estudios realizados hace años señalaron que se mejoraba el funcionamiento de este órgano vital. Si bien, pese a tener un perfil de seguridad alto y ser muy baratos, los betabloqueantes pueden tener efectos adversos como provocar fatiga, debilidad e incluso, en algunos enfermos, disfunción eréctil. Ante esta problemática, un mega estudio liderado por investigaciones españoles trata de demostrar que no es necesario que los cardiólogos continúen con esta práctica médica después de todo tipo de infartos.
El proyecto está impulsado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), dirigido por el reconocido doctor Valentín Fuster, y la Sociedad Española de Cardiología, y se espera que arroje los primeros resultados en unos cuatro años.